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Lunes, 3 de junio 2024, 18:52
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De auténtica locura. Tensión, nervios, estrés, cansancio… fueron algunos de los estados vividos por estos dos vecinos de La Zarza, José María González y Felipe Gil, en su viaje a Londres.
Grandes aficionados madridistas -suegro y yerno, por cierto-, desde hace un tiempo comenzaron a realizar gestiones para conseguir dos de las ansiadas entradas para la final de Wembley. No se la podían perder. El reloj pasaba y los pases no llegaban. La empresa era difícil. Muy difícil. Pero cual fue la sorpresa cuando a mediados de semana un contacto les llama para comunicarles que podían disponer de dos entradas. Rápidamente ponen la maquinaria en marcha para gestionar todos los trámites: pasaporte, alojamiento, viaje…
Contratan un paquete a través de una agencia por algo más de mil euros cada uno mediante el cual tenían asegurado los vuelos, desplazamientos del aeropuerto al estadio, etc. Hasta ahí todo en regla. Como el avión salía el sábado muy temprano desde Barajas, felices y contentos decidieron irse el día antes a Madrid y pasar la noche en un hotel cerca de la terminal.
Pero cuando ya se disponían a dormirse, sobre la medianoche, suena el teléfono de Felipe. Un número extraño de los que no se suelen atender. Pero Felipe, acostumbrado por motivos de trabajo -ingeniero de Acciona- a descolgar el teléfono ante situaciones imprevistas, atiende la llamada. Jarro de agua fría. La agencia de viajes les comunica que el vuelo a Londres ha sido suspendido por problemas técnicos de la aeronave. Momentos de tensión e incertidumbre. De inmediato se ponen a buscar un plan B. De madrugada y sin apenas dormir inician, con la ayuda de familiares y amigos, una búsqueda acelerada de un vuelo que les permita llegar a la capital inglesa. Finalmente, encuentran uno que les llevaría a Florencia y, posteriormente, a Londres. Adelante. Consiguen embarcar y arribar al aeropuerto de Gatwick. Desde allí, entre un tren de cercanías y el metro, logran llegar al estadio tres horas antes del encuentro. «Nos hubiera encantado ir a la fan zone y vivir el ambiente previo, pero nos resultó imposible», comenta José Mari -dueño de la famosa Pastelería Mauro- a HOY La Zarza.
Una vez dentro del estadio tocaba disfrutar. Ambiente espectacular en un estadio histórico. Las gradas teñidas de blanco y amarillo, los alemanes incansables con sus cánticos; los merengues, algo más comedidos. Buen rollo entre las dos hinchadas. Ningún problema, según relatan los protagonistas. Triunfo del Madrid. Después de la celebración tocaba emprender el viaje de vuelta. Una nueva aventura.
Previamente habían estado buscando la mejor opción. No había vuelo directo Londres-Madrid que les conviniera. Tras barajar varias combinaciones, optaron por volar hasta el aeropuerto de Faro (Portugal). A las seis salieron de tierras inglesas y a las 10.30 llegaron a territorio luso. Allí fueron recogidos por el padre de Felipe quien los llevó hasta La Zarza. España, Italia, Inglaterra, Portugal, en apenas 48 horas. Por fin en casa. Fin de trayecto. Bueno, no del todo, porque a Felipe aún le quedaba un último capítulo: ir a Madrid a recoger el coche con el que se habían desplazado a la capital el viernes. Un viaje interminable. La decimoquinta, sin duda, quedará para siempre en el recuerdo de estos dos aficionados zarceños.
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