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Actual Santuario de Nuestra Señora de las Nieves
La Ermita de los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián (antecedente del Santuario de Nuestra Señora de las Nieves)

La Ermita de los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián (antecedente del Santuario de Nuestra Señora de las Nieves)

El edificio originario comenzó a construirse a finales del siglo XV, según información obtenida de las Visitas realizadas por la Orden de Santiago

FABIÁN LAVADO RODRÍGUEZ

Martes, 29 de agosto 2017, 15:35

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Aprovechando la celebración, el pasado cinco de agosto, de la onomástica de Ntra. Sra. de las Nieves, patrona de La Zarza y titular del templo del mismo nombre, vamos a recordar los orígenes de la Ermita y su configuración arquitectónica, que no siempre fue como hoy día la conocemos.

Según la profesora Ruiz Mateos, las ermitas son una de las manifestaciones materiales más importantes de la piedad popular. La ermita es un edificio de reducido tamaño, debido al esporádico uso devocional que se le daba, normalmente alejado o a las afueras de una población, en sus ejidos o arrabales, al que acude el pueblo en acción de gracias, petición de rogativas y en momentos críticos de epidemias, sequías o plagas, como lo harían los zarceños de los siglos XVI y XVII. El origen, por tanto, de las ermitas y de su culto, nace de la incapacidad del ser humano para comprender lo que para ellos no tenía explicación lógica o científica. A partir del siglo XV se desarrolla un progresivo culto a los santos, al sentir el pueblo la necesidad de tener protectores contra los males que le afligen. En esa época persisten los miedos medievales en las zonas rurales (la temible peste, plagas, enfermedades, sequías, etc.), lo que se transforma en remedios religiosos. Estas advertencias hacen que los vecinos realicen votos o ruegos colectivos pidiendo gracias a los santos, cuya intervención divina en sus vidas era creída firmemente, amenazas que en ocasiones se interpretaban como castigos por no atenderlos suficientemente. Es entonces cuando esta devoción directa entre el pueblo y los santos se refuerza, materializándose muchas veces en la construcción de una ermita, como ocurrió en La Zarza con la edificación de las ermitas de los Santos Mártires San Fabián y San Sebastián, invocados contra la peste; San Gregorio contra la langosta, el pulgón y la lagarta; y San Marcos como benefactor de los campos. De igual modo, cuando esta devoción desaparece, las ermitas se abandonan o se transforman, como nuestra ermita que pasa de la devoción a los Mártires a la de la Virgen de las Nieves.

Ermita de los Santos Mártires de la Zarza

El santuario de Nuestra Señora de las Nieves data de la primera mitad del siglo XVIII; pero anteriormente, en el mismo solar, existió otra ermita dedicada a los Santos Mártires, San Fabián y San Sebastián, edificio que comenzó a construirse a finales del siglo XV, según las noticias obtenidas de las Visitas que la Orden de Santiago realizó a La Zarza, a través de las cuales podemos seguir su evolución.

Por la Visita de 1494 sabemos que va a comenzar su edificación, pues están juntos todos los materiales para ello. Por lo tanto, elegido el maestro de obras y formalizado su contrato, el siguiente paso era comprar y reunir los materiales por parte del mayordomo, que solían ser baratos y abundantes en el entorno, como mampostería para los muros, ladrillos para arcos y pilares, y refuerzos de cantería en esquinas y portadas.

Tras la Visita de 1498, la ermita tenía construido dos arcos de ladrillo cubiertos de madera tosca y teja. No poseía propios para satisfacer sus gastos públicos, sino que se mantenía con la limosna de los fieles. El mayordomo, Juan Bravo, era el encargado de administrar los gastos de la cofradía religiosa, su funcionamiento, conservar sus bienes, pedir las limosnas y vigilar el cumplimiento de los mandatos de los visitadores.

La Visita de 1503 nos informa que el edificio sigue teniendo una nave con dos arcos de ladrillo y la misma cubierta. Era su mayordomo Toribio Hernández, que recibió las cuentas del anterior de 1502, Martín Alonso, que gastó 3.3075 maravedíes. En 1501 fue mayordomo Pedro Martín de Llanos.

La Visita de 1508 atestiguó que existía una capilla de dos arcos, que no tenía ninguna imagen porque se blanqueaba (esto puede indicar, o bien que la ermita estaba enjalbegada, o bien que ya existían representaciones pictóricas de los Mártires y que al encalar las paredes se hubiesen tapado. Este blanqueo pudo ser fruto de alguna epidemia de peste de las que hubo a principios del siglo XVI, uno de cuyos remedios era utilizar la cal como desinfectante). Como ornamentos tenía cinco pares de manteles de estopa, un par de manteles de lienzo, dos cortinas de estopa con ríos colorados, un paño de cabos de seda, cuatro pares de toallas labradas, un paño de bretaña con una cruz colorada y una toca de algodón. Por lo tanto en diez años apenas se había avanzado en su construcción, posiblemente fruto de la crisis de principios del siglo XVI.

En 1508 su mayordomo era Alonso Martín, los años anteriores lo fueron Juan García, Pedro Martín Ramírez y Mateo Pérez. Los visitadores de la Orden decretaron un mandato al mayordomo: que Pedro Nieto, oficial o maestro de cierto renombre en la comarca de Mérida, pintase las imágenes de San Sebastián, San Fabián y San Blas de buena pintura, apalabradas con el pintor por 2.200 maravedíes. Las pinturas o cuadros se realizarían al óleo sobre lienzo con su bastidor y guardapolvo, con una altura de 10 palmos (unos 2,10 m.) y una anchura de 6 ó 7 palmos (entre 1,25 y 1,45 metros), que en 1511 ya habrían sido finalizadas. Sería un retablo sencillo y de modestas proporciones, que daría solemnidad al altar, donde la figura de San Sebastián estaría en el centro, vestido como un caballero con su espada y buenas ropas de colores y la ropa de las tres imágenes sean finas; doradas las diademas, cenefas y mitra (no es el tipo de imagen de San Sebastián que estamos acostumbrados a ver, en la que siempre aparece semidesnudo con las manos atadas a un árbol y cubierto su cuerpo de flechas en recuerdo de su martirio, como el que se conserva hoy día en la Ermita de las Nieves). Se le proporcionará al pintor la madera y los lienzos. Si no se pintaban, se castigaría al mayordomo con una multa de 1.000 maravedíes. También ordenaron, ya que la ermita tenía dinero, que se gastase en su obra, construyendo el cuerpo de la nave de tapia de piedra y lo demás de tapia de hormigón con sus rafas de ladrillo, bajo pena de que si no se invertía dicho dinero en las obras, se le condenaría al pago de 3.000 maravedíes.

En la Visita de 1515, se nos habla de una capilla de dos arcos blanqueada, enmaderada de caña y tejado con su teja, es decir, vigas de madera que sujetan los cañizos sobre los que se asientan las tejas. Tenía un altar con su retablo pintado en lienzo con las imágenes de los Mártires. Entre sus pertenencias poseía una casulla de lienzo verde con su estola y manípulo, siete pares de manteles de estopa, otro par de manteles de lienzo, tres cortinas de estopa con orillas coloradas y una blanca, un paño de labor de seda, cuatro pares de toallas labradas, un paño de bretaña con una cruz colorada, una toca de algodón y un manto de paño negro. Su mayordomo Gonzalo Martín recibió del anterior, Juan Blázquez, 3.955 maravedíes, trece fanegas y nueve celemines de trigo, y tres fanegas y tres celemines decebada. Así pues, las limosnas y los cultivos de secano, sobre todo trigo y cebada, fueron las principales vías de financiación de la ermita en estos primeros tiempos. No tenemos noticias de que poseyera cultivos de regadío, colmenas, casas, hornos o molinos, pues no aparecen citados en las fuentes.

Los mandatos de los visitadores fueron que continuasen las obras, cubriéndolas lo más rápido posible, bajo pena de multa de 600 maravedíes para la obra de la ermita. Igualmente que se vendiese el trigo y la cebada cuando su precio fuera más elevado, cuyo importe también se destinaría a la obra. Por último que se comprase un libro de papel blanco como el que se mandó adquirir para la iglesia de San Martín.

Tras la Visita de 1550, tenemos una ermita de mediano tamaño, con una capilla cubierta de madera de pino con su cinta y saltino blanco, donde hay un altar con un retablo de madera pintada con las tres imágenes (San Sebastián, San Fabián y San Blas). El cuerpo de la iglesia era de una nave sobre arcos de ladrillo, cubierta a caña junta con sus cabrios sobre maderos de pino y suelo de cal. El ajuar se compone de once pares de manteles de lienzo, una casulla de lienzo teñido de verde con su estola y manípulo, y cuatro paños de servicio de altar. El mayordomo en 1550 fue Martín Alonso, que recibió de su antecesor en 1549, Alonso Martín, 14.915 maravedíes. Éste a su vez recibió del anterior, 15.015 maravedíes, de los que gastó 104 en aceite. Como mandato ordenaron, ya que la ermita no necesitaba reparos, se invirtiera en ornamentos para que se pudiera decir misa en ella: una casulla de damasco azul con cenefa de raso carmesí llana, a la manera del hábito de Santiago por ambas partes, con su estola y alba azul.

La Visita de 1556 nos menciona la ermita como una iglesia mediana, de una sola nave sobre cuatro arcos de ladrillo, lo que supone cinco tramos, cubierta a caña junta sobre cuartones o vigas de pino y cabrios, con una capilla mayor redonda maderada de pino, por lo tanto la cabecera es semicircular siguiendo la tradición romana. Tiene un altar al que se subía por tres gradas o peldaños, con un retablo en el que estaban pintadas las imágenes sobre lienzos, entre ellas la de San Sebastián.

El mayordomo en 1555 fue Pedro Alonso, que recibió del anterior, Pedro Hernández, 1.870 maravedíes. Había 2.800 maravedíes de limosnas. El mayordomo de 1549, Martín Alonso, fue condenado a una pena de 200 maravedíes para obras pías, pena que no se pudo ejecutar al ausentarse o fugarse de La Zarza. Como mandato, ya que la ermita estaba en buen estado, los visitadores ordenaron a Pedro Alonso que comprara, en el plazo de dos meses, el damasco que fuera necesario para la casulla azul y el raso carmesí para la cenefa con su estola y manípulo, encargo que ya solicitaron en 1550, bajo pena de cuatro ducados para obras pías. Los visitadores estuvieron dos días, pagándoles el concejo cuatro ducados y el alcaide de la encomienda dos ducados.

En la pasada Visita de 1550 la Çarça tenía 250 vecinos (sobre 1000 habitantes), en 1556 la poblaban 300 vecinos (alrededor de 1200 habitantes).

En la Visita de 1604, La Zarza contaba con 400 vecinos (sobre 1600 habitantes), se señalaba que la ermita se situaba en el ejido ansarero (terrenos públicos no cultivados donde los vecinos soltaban los patos u otras aves de corral). La ermita tenía la puerta orientada al mediodía o sur, el cuerpo estaba sobre cuatro arcos de ladrillo que descansaban en los muros laterales y sustentaban la techumbre, cubierta de madera tosca, cabrios y cañizos. La capilla, donde existían unos poyos de ladrillo, estaba cubierta de madera de pino a manera de artesones, accediendo a la capilla por tres gradas, con un retablo pintado donde están San Sebastián y San Fabián (se puede apreciar el tratamiento más noble que se le da a la capilla mayor con madera de pino y artesonados, en contraste con la nave central techada de madera tosca). Las puertas se conservaban en muy buen estado. Las fuentes escritas no hablan de la rejería, por lo que es muy probable que no la tuviese, rejería que normalmente era de madera pintada y no de hierro, dispuesta ante al altar mayor. Las Visitas no mencionan cálices, copones, crucifijos, candelabros, facistoles, navetas, patenas, crismeras y otros ornamentos litúrgicos. Tampoco conocemos si tenía ermitaño, campanario o espadaña, coro y sacristía; ni tenemos noticias de cómo se celebraban y en qué consistían las fiestas en honor de San Fabián y San Sebastián el 20 de enero.

En definitiva, se trata de una sencilla construcción rectangular de una sola nave con escasa iluminación, sobria en cuanto a su volumen, con sentido útil del espacio, con escasa presencia de elementos decorativos, que podríamos definir como arquitectura popular. Según el inventario, la ermita poseía dos pares de manteles, un arca pequeña, un arca con un libro becerro o forrado con piel de ternera y un esquilón, que se entregaron a Sebastián Sánchez, mayordomo en 1604. Éste realizó los siguiente pagos: diez reales a dos mujeres por arreglar y adornar la ermita para el día de los Mártires, 562 maravedíes en dos tercios de soldada a los boyeros - por lo que es muy posible que la ermita tuviera algunas cabezas de ganado vacuno - y salarios a escribanos y al cura.

Un siglo después, por Cédula Real del rey Felipe V, fechada en Madrid el 20 de diciembre de 1726, se autorizaba la construcción de la actual ermita de Nuestra Señora de las Nieves sobre la anterior de los Mártires San Fabián y San Sebastián, finalizándose las obras en 1730, cuyo coste total ascendió a 10.000 reales.

Fabián Lavado Rodríguez (Cronista Oficial de La Zarza)

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