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José Romero Guerrero
Zarceños por España: José Romero Guerrero, párroco de La Haba y Magacela

Zarceños por España: José Romero Guerrero, párroco de La Haba y Magacela

"Al decidir ser cura, uno tiene que renunciar a tener una familia e hijos"

PEDRO ESPINOSA

Jueves, 30 de marzo 2017, 21:33

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Sacerdote desde hace 27 años, estuvo catorce compartiendo destino entre Zalamea de la Serena y Esparragosa de la Serena y, en la actualidad, lleva más de trece en las parroquias de La Haba y Magacela, además de ser el capellán del hospital de Don Benito-Villanueva. "Aquí estoy muy a gusto, pues la gente es muy acogedora. No sé hasta cuándo, ya que no depende de mí, sino del señor obispo, que en algún momento me reclame para otro sitio", explica Romero.

A sus 53 años, recuerda con felicidad su infancia y adolescencia en La Zarza. "Me acuerdo cuando iba andando a la escuela, cuando fui monaguillo, cuando jugaba con la Ermita con los amigos, cuando se iba la luz, o cuando iba a comprar al comercio de Evaristo y quería ser comerciante, como él."

Marchó al seminario de Badajoz al finalizar octavo de EGB, con apenas 14 años. "Allí estaba mi hermano Fernando, que después se salió. Tras meditarlo mucho y dialogar con otros sacerdotes, decidí continuar hasta el final, pues creí que Dios me llamaba y que sería un camino estupendo para ser feliz relata el cura a Hoy La Zarza. "A esto me ayudó mucho nuestro querido párroco, don Vicente Cortés", añade.

"Al decidir ser cura, uno renuncia a muchas cosas. La más importante es renunciar a tener una familia e hijos, lo que supone que, a veces, llegues a encontrarte solo, pero que, en otras ocasiones, sientes que hay mucha gente que te quiere. De todas formas, ya estoy acostumbrado a vivir solo y con muchas ocupaciones, aunque sin un horario de trabajo fijo y organizado. Todo tiene sus ventajas e inconvenientes", manifiesta el sacerdote.

Del Papa Francisco, del que el año pasado tuvo la suerte de estar muy cerca, destaca su sencillez y preocupación por los pobres y confiesa no haber leído nunca tantos escritos de un Papa como hasta ahora.

"Mi jornada de trabajo es muy variada", nos cuenta. "Comienza a las ocho de la mañana con un grupo de oración de laudes en la iglesia. A las doce salgo a visitar enfermos o ancianos. Por la tarde siempre hay alguna reunión o misa en uno de los dos pueblos, y si no, voy al hospital".

El trabajo de cura también tiene momentos difíciles. "En ocasiones, hay que tomar decisiones para un colectivo grande y no todo el mundo está conforme y, en otras, hay que acompañar a familias que han perdido a un ser querido, especialmente duro, cuando se trata de un ser joven. Lo mejor es que cuentas con una gran familia que te quiere tal como eres y te agradece todo lo que haces", comenta el sacerdote zarceño.

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