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Plaza del Ayuntamiento donde se hallaron varios expósitos PEDRO ESPINOSA
Niños expósitos en La Zarza, 1891-1912 (I)

Niños expósitos en La Zarza, 1891-1912 (I)

Seis fueron los niños recién nacidos abandonados en La Zarza: Juan de Dios, Juana Nicasia de las Nieves, Maximino Nieves, Filomena de las Nieves, Nieves Mercedes Joaquina Crisanta de la Santísima Trinidad y Josefa

FABIÁN LAVADO RODRÍGUEZ

Jueves, 2 de febrero 2023, 17:44

Según la Real Academia Española, la palabra expósito (del latín «expositus»: expuesto) se emplea para aludir a un recién nacido abandonado o expuesto, o confiado a un establecimiento benéfico. Por lo tanto, la exposición implica la certidumbre de que el niño será recogido o al menos encontrado.

El abandono de niños no es un problema reciente, por lo que la legislación en torno a los expósitos ha sido una constante en la historia. En la Edad Media, el Fuero Real contuvo disposiciones sobre la pérdida de la potestad de los padres que abandonen a sus hijos y la condena a muerte para quienes expongan niños en sitios donde no puedan ser auxiliados.

En época moderna, la Iglesia fue el principal defensor de los expósitos, monopolizando el auxilio social basado en la caridad cristina y la misericordia, encargándose de crear y mantener establecimientos para la crianza de los niños abandonados como hospitales y hospicios. Por otra parte, la Monarquía comenzó a fundar una serie de instituciones donde estos niños pudieran aprender un oficio, aunque la tónica general fue la indiferencia y apatía hacía este grupo. El abandono de niños llamó la atención de numerosos tratadistas a lo largo de los siglos XVII y XVIII como Brochero, Montalvo, Hervás o Bilbao, que propusieron medidas para mejorar su situación e integración en la sociedad, lideradas por la propia Corona u otros poderes de carácter civil. Además de la caridad cristiana, nacía un nuevo concepto basado en la utilidad práctica de los expósitos que pretendía aumentar la población y aportar vasallos útiles y productivos al Estado, al tiempo que disolvía el posible peligro social que este colectivo suponía.

Legislación sobre expósitos

El maltrato legal que conllevaba esta situación comenzó a paliarse a finales del siglo XVIII cuando, a propuesta de Carlos IV, se promulgaron distintas leyes. La Real Cédula de 5 de enero de 1794 supuso una mejora en la condición social y jurídica del expósito, pasando a ser considerados como legítimos a todos los efectos civiles. Incidía en la alta mortalidad que suponían los traslados hasta el hospicio y los escasos cuidados que recibían. La Real Cédula de 11 de diciembre de 1796 promovió la creación de casas de expósitos en cada una de las diócesis y la pérdida de la patria potestad para los padres que abandonaran a sus hijos. Sobre todo, conllevó la despenalización del abandono y la garantía del anonimato con el fin de evitar los infanticidios.

La falta de recursos económicos estatales limitó su acción, al margen de que estas iniciativas buscaban los fondos en los bienes municipales y eclesiásticos, muy mermados tras la desamortización de 1798.

La Constitución de Cádiz de 1812 otorgó el cuidado de los hospitales, hospicios y casas de expósitos a los ayuntamientos. Estas instituciones pasaron a depender de los municipios y diputaciones por la Ley General de Beneficencia de 1822. La misma ley de 1849 decretaba que los establecimientos de beneficencia eran públicos, separados en municipales y provinciales, quedando las inclusas bajo control provincial, además de establecer que en cada capital de provincia hubiera una casa de expósitos. Por el Real Decreto de 17 de septiembre de 1868, las Juntas de Beneficencia quedaron suprimidas, pasando su gestión a manos de las Diputaciones Provinciales. Por último, la Ley Provisional de Registro Civil, promulgada el 17 de junio de 1870 y vigente hasta 1959, reguló por vez primera esta materia hasta ahora en manos de la Iglesia a través de los registros parroquiales y prohibió poner a los expósitos nombres y apellidos que hicieran referencia a tal condición, quedando el nombre al arbitrio del encargado del registro o de la voluntad expresada por las personas que expusieron al recién nacido.

La Real Casa Hospicio de Badajoz

Según Fernando Cortés Cortés, la puesta en marcha de una casa de niños expósitos en la provincia de Badajoz se remonta a 1757 cuando D. Juan Francisco Ruiz de Gaona Portocarrero, Conde de Valparaíso y Secretario de Hacienda de Fernando VI, envía una carta al Intendente General de Extremadura en la que le trasmite la decisión de «Real Fundacion y Casa de Providencia mandada erigir en esta Ciudad de Badajoz a veneficio de Niños Exptos., Huerfanos desamparados y otros piadosos fines» bajo la dirección de D. Nicolás Montero de Espinosa. Se mantendría con el producto de la dehesa de Pie de Hierro de Badajoz y los sobrantes del arbitrio del aguardiente recaudado en todos los territorios de los obispados de Badajoz y Coria, incluyendo los pueblos que pertenecían a las órdenes militares, así como los situados en los partidos de Mérida, Llerena y La Serena. Por lo tanto, dada la gran cantidad de poblaciones que contribuían al mantenimiento de la institución recién creada, le otorgaba un «carácter provincial».

Portada del Hospicio Provincial de Badajoz

Los niños expuestos a más de seis leguas de Badajoz, como es el caso de La Zarza, serían entregados por las autoridades locales a nodrizas del propio pueblo a costa de la institución pacense, adonde se remitirán una vez cumplidos los 4 años. Mientras tanto deberán procurarles el bautismo, la lactancia y ropa, además de enviar a Badajoz sus partidas de bautismo, un pequeño informe del hallazgo que recoja los datos del día, hora y señas del expósito, así como el nombre de las amas que los crían para poder pagarles.

La donación de 100.000 reales en 1774 por parte del obispo de Badajoz, D. Manuel Pérez Minayo, más otros 60.888 reales procedentes de impuestos del obispado, permitieron comenzar la construcción del nuevo hospicio en el Campo de San Francisco. La situación de la Real Casa de Piedad de Badajoz se torna crítica a finales del XVIII, dados los problemas económicos derivados del mantenimiento de los expósitos. Se hacía necesario clarificar su situación administrativa y financiera, así como actualizar las rentas con que contaba. Desaparece la Junta de Gobierno y se nombra a un director, D. Luis García Puerta, como único responsable, a la vez que se le dota de nuevos medios económicos como la renovación de la franquicia en el corte de pinos, el producto del indulto cuaresmal y la décima del Fondo Pío Beneficial de la diócesis. Tras la crisis de subsistencia de principios del siglo XIX y la Guerra de la Independencia, la preocupación por los expósitos vuelve a ser prioritaria para la Real Casa Hospicio. Un nuevo rumbo, asociado a los cambios políticos, pone la gestión de la institución en manos de las autoridades civiles, para pasar finalmente a la Diputación Provincial de Badajoz.

Expósitos y abandono

En La Zarza documentamos seis casos de niños expósitos en relación con el arco temporal que abarca este artículo (1891-1912), más otros dos de principios del siglo XIX de los que apenas se tiene información, que analizamos seguidamente.

Dos eran las causas principales que provocaban el abandono de los expósitos. La primera de ellas era de índole económica por la incapacidad de sus padres y familias para mantener al recién nacido. La falta de recursos para alimentar y vestir a los hijos obligaba a los progenitores a abandonarlos, con la esperanza de que fueran acogidos por otras familias o instituciones que pudieran ofrecerles una vida mejor. La segunda estaría relacionada con la ilegitimidad del recién nacido por ser hijo de madre soltera o fruto de una relación fuera del matrimonio, que de acuerdo con la mentalidad religiosa imperante en la época resultaba a todas luces pecaminosa. La preservación de la honra y la moral tradicional no aceptaba a estos hijos ilegítimos. Otras causas fueron la muerte de uno de sus progenitores o de los dos, las malformaciones congénitas y diversas enfermedades. La información aportada por los expedientes de los expósitos de La Zarza no nos permite saber cuál fue la causa de su abandono, aunque muy posiblemente fuera por motivos económicos, sin descartar algún posible caso de hijos ilegítimos.

Expósito, 1827 BnF, Gallica

Los lugares elegidos para la exposición de los niños eran múltiples, desde el torno del hospicio o casa cuna, la puerta de las iglesias, conventos y hospitales hasta los domicilios particulares. Todas las exposiciones conocidas en La Zarza se realizaron en las puertas de domicilios particulares, ya que no contaba con casa cuna, convento ni hospital: cuatro abandonos en casas de familias con alto poder adquisitivo como lo eran las de Juan Andrés Valor Nogales, médico, y Álvaro Paredes Cerro, propietario, y dos exposiciones en hogares humildes de braceros.

Las estaciones de otoño e invierno solían ser las fechas preferidas para los abandonos, que nos remite a concepciones ocurridas durante la primavera o verano, relacionadas con la recogida de las distintas cosechas, pagos de salarios y fiestas locales. De las ocho exposiciones ocurridas en La Zarza tres se realizaron en marzo, una en mayo, dos en junio, una en octubre y otra en diciembre.

Los abandonos se producían por la noche o de madrugada. La oscuridad ayudaba a ocultar a las personas que cometían dichos actos; además, a esas horas había poco tránsito por las calles que pudiera delatarlos. En La Zarza, tres exposiciones se produjeron por la noche (entre las 19-20 horas) y otras tres de madrugada (entre la una y las cinco).

En las comparecencias de personas relacionadas con los hallazgos de expósitos y en sus partidas de registro civil se hacía constar si los niños mostraban algún defecto físico o señal que los pudieran identificar en caso de posibles reclamaciones por parte de sus padres o familiares. De los recién nacidos hallados en La Zarza, ninguno mostraba defecto o señal que los distinguiera.

Las ropas que portaban los expósitos nos ayudan a conocer el status social y económico de la familia que los abandonó y servir, al igual que las señales o defectos, para posibles reclamaciones por parte de sus progenitores o familias en un futuro. La ropa que vestían los expósitos hallados en La Zarza nos remite a prendas de poco valor y muy usadas, lo que denota la condición humilde de las familias que los abandonaron.

Las cédulas de expósitos eran documentos o notas que acompañaban a algunos niños abandonados, cuyo contenido se copiaba textualmente en las actas de nacimiento y se adjuntaban a los expedientes. Aportan información sobre el nombre del expósito o del que querían que se les pusiera, fecha de nacimiento, si están bautizados o no, causas del abandono o mensajes para sus futuros cuidadores. En la Zarza, tan solo una niña portaba la cédula que, por la ortografía mostrada y el mensaje que se recoge en ella, nos remite a una familia de escasos recursos y cultura.

La administración del bautismo se convirtió en una verdadera obsesión, más en una sociedad de moral católica, buscando la salvación espiritual del expósito en caso de fallecimiento, lo que por desgracia ocurría muy a menudo. Todos se bautizaban el mismo día de su hallazgo o en los días posteriores. De los ocho casos de La Zarza, seis fueron bautizados y en dos no consta por falta de documentación en los expedientes.

Los nombres puestos a los expósitos, salvo que así lo indicara la cédula que portaban, eran designados normalmente por el juez municipal, el alcalde o el sacerdote. Los nombres tenían relación con el patrón o patrona del lugar, el santo del día en que nació o fue expuesto, sus padrinos y términos relacionados con la religión católica, aunque algunos de estos nombres y apellidos estuvieran prohibidos por la Ley de Registro Civil de 1870, ya que delataban su origen, la falta de identidad social y su separación del primitivo núcleo familiar. Los expósitos de La Zarza fueron bautizados con los siguientes nombres: Agustina Antonia, Luis Gonzaga de San Diego (Luis Gonzaga por el santo del día en que fue hallado y San Diego como término religioso), Juan de Dios (de Dios en relación con la religión católica), Juana Nicasia de las Nieves (Nicasia por el santo del día de su hallazgo y Nieves por la patrona de La Zarza), Maximino Nieves (por el santo del día y la patrona de La Zarza), Filomena de las Nieves (por la patrona de La Zarza), Nieves Mercedes Joaquina Crisanta de la Santísima Trinidad (Nieves por la patrona y Santísima Trinidad relacionado con la religión) y Josefa Villegas Benítez (Josefa por nacer en marzo, mes que se celebra San José, y Benítez posiblemente por el apellido de su ama de cría).

Las nodrizas o amas de cría jugaron un papel muy importante en la alimentación de los expósitos. Tras su hallazgo, se les asignaba una, hasta los cuatro años, de entre las mujeres de su población o alrededores que estuvieran sanas y con capacidad para amamantar, si no fuera posible eran trasladados al hospicio de Badajoz. En La Zarza conocemos el nombre de algunas de estas nodrizas que lactaban a los pequeños: María Flores, María Burgos Alhaja, Dolores Tarifa Espinosa, Catalina Moreno Herrera, Simona Moreno Romero, Manuela Fuentes Peñato e Isidora Benítez Romero.

Desgraciadamente, los expósitos alcanzaron una tasa de mortalidad muy elevada, fruto de la mala alimentación, falta de higiene, enfermedades infectocontagiosas, traslados al hospicio, lactancia mercenaria, incluso los fríos inviernos y calurosos veranos. Un gran porcentaje solía morir a los pocos días o meses de su nacimiento, sus posibilidades de supervivencia eran muy difíciles. En La Zarza fallecieron 3 expósitos antes de cumplir el año de vida: Juan de Dios murió a los 50 días por una enteritis o inflamación del intestino delgado causada por consumir alimentos contaminados por bacterias o virus, Juana Nicasia de las Nieves falleció a los 6 meses y medio de edad por una enterocolitis o inflamación del intestino delgado, ciego y colon, y Filomena de las Nieves, con casi dos meses, por una atrepsia o debilidad general de los niños recién nacidos producto de la desnutrición. De los otros 5 expósitos no nos consta si fallecieron prematuramente o en su niñez, si lograran sobrevivir, si fueron enviados a la inclusa o tal vez se perdió parte de la documentación de sus expedientes.

FABIÁN LAVADO RODRÍGUEZ (Cronista Oficial de La Zarza)

Fig. 2: Portada del Hospicio Provincial de Badajoz

Fig. 3: Expósito, 1827 (BnF, Gallica)

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