

FABIÁN LAVADO RODRÍGUEZ
Domingo, 13 de febrero 2022, 10:58
La palabra mercado deriva del vocablo latino «mercatus», que procede a su vez del verbo «mercari» (comprar). Designa al sitio público destinado permanentemente, o en días señalados, para vender, comprar o permutar bienes o servicios.
Los mercados municipales, en la mayoría de las ciudades, son el resultado de una tradición histórica que a lo largo del tiempo ha ido evolucionando desde las plazas situadas fuera de las murallas, donde se celebraban las ferias o intercambios, hasta su consolidación como espacios comerciales dentro de las poblaciones, gestionados por la administración pública. Esta evolución, fomentada desde el siglo XVIII, se desarrolla a lo largo del XIX, convirtiendo estos lugares en equipamientos municipales.
Tras la Reconquista, las ventas al por menor de los artículos de primera necesidad se encontraban monopolizadas en la mayoría de los pueblos, donde ciertos individuos habían obtenido este privilegio de venta. Los Reyes Católicos prohibieron estos estancos, restituyendo la libertad de comercio. Poco tiempo permanecieron estas medidas, pasando el monopolio a manos de los ayuntamientos como proveedores de la población a través de la figura de los abastecedores obligados, en un intento de controlar los precios para evitar alteraciones de orden público, pero que gravaban a los productos con numerosos impuestos como licencias, posturas, sisas, pesos y medidas, arbitrios, alcabalas, cientos, millones, etc. Carlos III dictaminó la abolición de impuestos que acompañaban a las mercancías, creó la figura del diputado del común que vigilaba los abastos y aprovisionamiento de víveres, estableció reglas económicas que favoreciesen el bien público y deslindó las atribuciones que correspondían a la policía municipal. Otra vez derogadas estas medidas, a principios del siglo XIX, tras el decreto de 8 de junio de 1813, se restituyó el libre trato. En 1818 se volvieron a monopolizar cinco especies: vino, vinagre, aguardiente, aceite y carne. Decretado un nuevo sistema tributario en 1845, se estableció una contribución sobre el consumo de vino, sidra, chacolí, cerveza, aguardiente, licores, aceite, jabón y carne; se regló la recaudación, quedando prohibido el antiguo sistema de puestos públicos y la venta exclusiva en ellos al por menor de ciertos artículos. No obstante, numerosos pueblos, de escaso vecindario y separados de las principales vías de comunicación, pidieron conservar los puestos públicos y el monopolio de varios artículos de consumo general para asegurarse el abastecimiento de productos de primera necesidad, regularizar el precio de los artículos y facilitar el pago de la contribución de consumo.
Asuntos higiénicos, urbanísticos y de regulación fueron esparciendo por los principales núcleos poblacionales un buen número de estos mercados que, en su momento, algunos de ellos, representaron los últimos avances en materia de construcción y diseño.
El mercado cumple dos funciones: una, el abastecimiento de alimentos y otros productos, y dos, el de servir como punto de encuentro para los ciudadanos; aunque últimamente, los mercados municipales han experimentado cierta decadencia, que en ocasiones ha provocado su desaparición. Algunas de las soluciones buscadas, son la transformación de estos espacios en gastromercados o mercados gourmet dedicados al turismo, ofreciendo otros servicios además de los tradicionales.
El proyecto del mercado municipal
El proyecto de mercado municipal en Zarza de Alange fue redactado, conforme a la orden recibida de la Presidencia de la Diputación de Badajoz, por el ingeniero agrónomo D. Juan Arturo Galiardo Linares, Director Jefe de los Servicios Técnicos Agropecuarios de la Excma. Diputación Provincial de Badajoz, en abril de 1957, para su posterior estudio y aprobación por la misma entidad.
El proyecto consta de cuatro capítulos. El primero de ellos trata el desarrollo de las obras sobre un edificio situado en el centro de la población con acceso a dos calles, con entrada principal por c/Pintores, en deficiente estado de conservación, cuyas características constructivas y antigüedad impedían su utilización, por lo que se procederá a su derribo, explanando posteriormente el solar resultante con una superficie de 360 m2. Este antiguo inmueble estaba construido con ladrillos y mampuestos con mortero de cal, paredes interiores de tapial de tierra, entramado en piso de madera y cubierta de teja árabe sobre tablas apoyadas en rollizos o troncos de madera de diferentes diámetros.
Explanado el solar resultante, la superficie cubierta quedaría a una altura de 60 ctms. sobre el nivel de la calle principal o Pintores. La cimentación se rellenará con mampostería ordinaria cogida con mortero de cal, los alzados exteriores también de mampostería careada y chapado de ladrillos de cara vista en dinteles y aristas, y los muros interiores de separación de puestos y sostenimiento del lucernario serán de ladrillo, enlucidos en sus dos caras con mortero de cal. La cubierta con entramado de viguetas de hormigón armado empotradas en los muros perimetrales, doble bovedilla y teja árabe. El solado de baldosín hidráulico y alicatado en puestos y paredes. Por último, las puertas y ventanas serán todas metálicas.
El nuevo edificio o mercado constaría de tres superficies a diferentes alturas donde se instalarán los distintos puestos: la primera de ellas, con cubierta, se componía de ocho puestos, servicio de inspección, administración, báscula y arbitrios; las otras dos, en un plano superior al aire libre, con ocho puestos y servicios higiénicos.
El segundo capítulo versa sobre las condiciones que deben satisfacer los materiales y su mano de obra, materiales que deben aunar la seguridad constructiva, incombustibilidad y fácil limpieza. Los materiales a utilizar en la obra serían: piedra machacada de entre 3 y 5 ctms. para hormigones, arena limpia de superficie redondeada y granos entre 0'5 y 3 milímetros, cal completamente molida y sin pequeñas piedras ni materias extrañas, cemento de fraguado lento de fabricación nacional, el agua deberá ser potable con apenas sales magnésicas, cal y materias orgánicas; ladrillos realizados con arcilla de buena calidad, con aristas finas y sin ondulaciones, sin pelos ni grietas y con sonido campanil; la piedra para mampostería será dura, sin vetas e inalterable a los agentes atmosféricos, los mampuestos de los muros exteriores se regularizarán con el pico; morteros de cemento, al igual que los de cal, de distintas composiciones para mampostería y fábricas, solados, alicatados y enlucidos; se prohibía el empleo de morteros húmedos hechos una o más horas antes se ser utilizados, y hormigones de cal y hidráulico para armar de cemento. Para el resto de materiales no especificados, el ingeniero determinará, en cada caso, los más adecuados según el fin a que se destinen.
El tercer capítulo, sobre medición y abono de las obras, cita que los pagos se efectuarán en los plazos que se estipulen, previas liquidaciones realizadas por el ingeniero director e inspector de las obras, según certificación del mismo, pero tales documentos serían provisionales, sin que implique de ninguna forma la recepción de las obras hasta la certificación por liquidación final. Será obligación del contratista el pago de los derechos de dirección e inspección, así como los de replanteo y liquidación, antes de expedir la primera y última certificación respectivamente.
El plazo de garantía de la obra será de ocho meses contados a partir de la fecha de recepción provisional de la misma. El contratista comenzará la obra del mercado dentro del plazo de veinte días en el que se le comunique la adjudicación definitiva y deberá terminarlas en el plazo máximo de seis meses. Este plazo no podrá ser prorrogado, excepto por causas de fuerza mayor, no considerando como tal la falta o escasez de algunos materiales que intervienen en la obra. Si se llegaran a suspender las obras por un tiempo determinado, se le concederá una prórroga prudencial en el plazo señalado, siempre que el contratista lo hubiese solicitado en el momento oportuno. No se considerará causa de fuerza mayor la falta de pago de obra ejecutada.
Para finalizar, el cuarto capítulo está dedicado a otras obligaciones del contratista, como su responsabilidad en cualquier accidente por impericia, descuido, deficiencia de medios o mala construcción, así como por causas fortuitas que pudieran sobrevenir a la obra hasta su recepción definitiva o las desgracias personales que por las mismas u otras causas pudieran ocurrir. El contratista deberá cumplir con las ordenanzas municipales vigentes, y serán de su cuenta y riesgo, las multas y penas por las faltas que cometiese.
En la compra de materiales, útiles y herramientas estará sujeto a lo expuesto en la Ley de Protección a la Industria Nacional de 23 de febrero de 1908; igualmente tendrá la obligación de cumplir lo promulgado en cuanto al contrato de trabajo, subsidio de vejez, subsidio familiar, accidentes de trabajo, descanso dominical y, en general, toda la legislación social vigente. Como curiosidad, señalar los jornales diarios que cobraban los trabajadores: encargado de obra 110'94 pesetas, capataz 95'09, barrenero 108'96, oficial albañil de 1ª, oficial carpintero y cantero 97'2, oficial albañil de 2ª 89'02, ayudantes de albañil y barrenero 72'7, peón especializado 70'65, aprendiz de segundo año 57'36 y peón general 66'56.
Una vez justificados los precios y con los datos obtenidos por las mediciones, el ingeniero director redactó los presupuestos de la obra del mercado: el presupuesto de ejecución material ascendía a 498.068'76 pesetas, desglosado en 20.637'62 pts. por el derribo del antiguo edificio y movimientos de tierras, 374.444'14 pts. de albañilería, 20.788 pts. para la carpintería metálica, 9132 pts. para la carpintería de taller y 73.067 pts. por conceptos varios (lavabos, retretes, urinarios, pintura, puntos de luz, recogida de aguas pluviales, revestimiento del pozo cisterna, tuberías, llaves de paso, grifos, bocas de riego, báscula de 250 kgs., manguera y 16 cierres de puesto de corredera metálica). El presupuesto por contrata arrojaba la cantidad de 581.046'32 pts.: ejecución material o valoración de obras 498.068'76 pts., imprevistos 1% 4980'68 pts., beneficio industrial del 9% 44.826'18 pts., inspección y administración 24.903'43 pts., honorarios del proyecto 6735'75 pts. y delineación y escritura 1531'50 pts.
Presentación, subasta y adjudicación
Una vez redactado, en la sesión del pleno de la Excma. Diputación Provincial de Badajoz de fecha 13 de noviembre de 1957 y bajo la presidencia de D. Adolfo Díaz-Ambrona Moreno, se acordó aprobar el proyecto de mercado municipal en Zarza de Alange, cuyo presupuesto importaba 581.046'32 pesetas, y anunciar la subasta de la obra. Ésta se financiaría con una subvención de la Diputación a fondo perdido por el 30% del presupuesto (174.313'90 pts.) y un anticipo de la misma Diputación por el 70% restante (406.732'42 pts.), a reintegrar por el ayuntamiento zarceño en ocho anualidades. Ese mismo año de 1957 se cargaría en el presupuesto el 35% (203.366'21 pts.) con cargo al capítulo noveno, artículo único, partida 152, dejando el 65% restante (377.680'11 pts.) para el ejercicio del año 1958.
Casi un mes después, más concretamente el 9 de diciembre de 1957, se anuncia por parte de la Diputación Provincial, en el Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, la subasta para la ejecución de las obras del mercado. Las instancias, ajustadas a un determinado modelo, se presentarán en la Secretaría General de la Diputación, en sobre cerrado y lacrado, estando a disposición de los contratistas el proyecto del citado mercado. Asimismo, deberán adjuntar el carnet de empresa, declaración jurada de que no le afectan los casos de incapacidad e incompatibilidad señalados en el Reglamento de Contratación de las Corporaciones Locales y el resguardo o carta de pago de la Depositaría que acredite la constitución de un depósito provisional del 5% de la suma del presupuesto. El contratista se someterá en todo a lo redactado en el proyecto y planos, obligándosele a cumplir la legislación obrera y disposiciones sobre protección a la industria nacional, y estar al corriente del pago de los seguros sociales para el cobro de las certificaciones de obra. La mesa hará la adjudicación provisional al licitador que mayor baja ofrezca, es espera de la definitiva que apruebe en pleno la Diputación. Una vez adjudicada, deberá constituir la fianza definitiva en el plazo de diez días para poder suscribir el contrato de ejecución de obras en escritura pública. Las obras darán comienzo en el plazo de diez días a partir del siguiente a la formalización del contrato, siendo el plazo para su terminación de seis meses.
Finalmente, el 18 de marzo de 1958, en una nueva sesión plenaria de la Diputación Provincial de Badajoz, se resuelve el expediente de subasta para la construcción del mercado, adjudicándose definitivamente la ejecución de las obras a D. Benito Blanco Recio, vecino de Almendralejo, en la cantidad de 506.000 pesetas, conforme a su proposición y a las demás condiciones de la subasta celebrada al efecto.
Inauguración del mercado
El 18 de julio de 1959, según noticia aparecida en el diario HOY fechada un día después, fue inaugurado el mercado de abastos junto al matadero municipal (la fecha del 18 del julio, comienzo de la Guerra Civil española, fue la elegida por la dictadura franquista como «Fiesta de la Exaltación del Trabajo» que se celebraba cada año con la inauguración de obras públicas, entre otras actividades). Sobre las nueve de la noche llegaron a La Zarza el gobernador civil de la provincia D. Pedro Bellón Uriarte, acompañado del presidente de la Diputación de Badajoz D. Adolfo Díaz-Ambrona y los diputados Dª Mª Antonia Muñoz Capilla, D. Pascual Bigeriego de Juan y D. Pedro Prieto Gonzálvez. Fueron recibidos en el límite del término municipal por el alcalde D. Victoriano Caballo Arranz, el juez de paz D. Francisco Fernández, el cura párroco D. Serafín Murillo y el comandante de puesto accidental de la Guardia Civil D. Ignacio Muñoz. A la entrada del pueblo, les esperaban la corporación municipal en pleno, el Consejo de la Falange, la Hermandad Sindical, el Frente de Juventudes y numerosos vecinos que los recibieron con vítores y aplausos. Inaugurado el mercado con las bendiciones del párroco local, desde el balcón del Hogar del Frente de Juventudes se pronunciaron varios discursos por parte del alcalde, el diputado Prieto, el presidente de la diputación y, por último, el gobernador civil, finalizando el acto con el himno de la Falange. Para terminar, las autoridades provinciales y locales fueron obsequiadas por la corporación municipal con un vino de honor. Entre los invitados se encontraban D. Eduardo Ezquer con la escuadra «Hernán Cortés» de Don Benito, el alcalde de Mérida D. Francisco López de Ayala y otras personalidades de los pueblos próximos, como el alcalde de Villagonzalo.
Fabián Lavado Rodríguez
Cronista Oficial de La Zarza
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