A. ARMERO
PLASENCIA.
Domingo, 4 de octubre 2020
Extremadura es la comunidad autónoma donde más cuesta encontrar a alguien que haya cambiado de municipio de residencia por motivos laborales. En el último año, solo lo ha hecho el 1,5% de los ocupados (5.800 personas) y el 2,1% de los parados (2.400 ciudadanos), en los dos casos el porcentaje más bajo de España. Y si se echa la vista hacia más atrás en el tiempo, el dato es tanto o más revelador: de cada 100 trabajadores, solo siete se han mudado de localidad en el último lustro, también la tasa más pequeña del país según la Estadística de Movilidad Laboral y Geográfica que el INE publicó la semana pasada.
Este informe relaciona los datos de la EPA con los del padrón, y así averigua cuánto tiempo llevan domiciliados en el mismo sitio tanto ocupados como parados, los dos grandes grupos en que se divide la sociedad a efectos laborales. El resultado de ese cruce de números deja poco lugar a la duda: laboralmente hablando, la extremeña es una sociedad inmovilista. De cada 100 personas, lo mismo ocupadas que desempleadas, 44 no han cambiado de municipio de residencia nunca y siguen viviendo en su localidad de nacimiento.
«La escasa movilidad laboral en nuestra región se puede explicar por dos motivos principales: los sociodemográficos y los económicos», sitúa Julián Ramajo, decano de la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la UEx. «Entre los primeros –continúa el catedrático– están la estructura familiar, la población envejecida o el nivel de educación de la población, y entre los económicos podemos citar la renta, la estructura sectorial de la producción, la especialización de la población activa, los sistema de protección social, el nivel general de precios o el precio de la vivienda».
La movilidad laboral es un termómetro que mide el dinamismo económico de un territorio, y por tanto, también el de su mercado laboral. «Las regiones con mejor saldo entre los trabajadores y que se van y los que llegan son Madrid y Cataluña –expone Ramajo–, y Extremadura está entre las que tienen un saldo negativo, lo que demuestra un relativo estancamiento económico, o si lo preferimos, un menor dinamismo con respecto a las regiones con más desarrollo».
Que en un territorio haya más o menos movilidad laboral depende fundamentalmente «de la especialización en aquellos sectores con perfiles profesionales de alta cualificación, en general escasos, que son los más demandados por empresas que no encuentran esos perfiles en sus regiones», expone Ramajo. «Madrid y Cataluña –amplía– son ejemplos claros de regiones que atraen lo que solemos llamar trabajadores de calidad de otras regiones, algo que también ocurre en Baleares y Canarias gracias a su especialización en los servicios turísticos».
Julián Ramajo | Decano de Económicas de la UEx
La agricultura y la construcción presentan índices de movilidad laboral altos y están en la base de la economía extremeña, pero ocurre «que están bien representados en nuestra comunidad, por lo que no hay necesidad de desplazarse a otras para conseguir un contrato», analiza el decano de Económicas.
En cuanto al hecho de que 44 de cada 100 extremeños no hayan cambiado de municipio de residencia nunca y sigan viviendo en la localidad en la que nacieron, Julián Ramajo cree que muestran «el anclaje de la población extremeña a su zona geográfica de referencia, y más en concreto a su lugar de nacimiento». «Es –abunda– una cuestión relacionada más con aspectos sociales que económicos, porque en teoría, con una renta per cápita mucho más baja que la media nacional, los extremeños deberían pensar en otras zonas más ricas en las que buscar empleo».
De hecho, el catedrático retrocede en el tiempo para recordar que hubo una época en la que la realidad era otra. «Los extremeños –recuerda el decano– emigraron, y mucho, en la segunda mitad del siglo pasado, sobre todo en las décadas de los sesenta y setenta. Lo que ha cambiado respecto a aquella época es el sistema de protección familiar, también llamado escudo social, que ahora ofrece más cobertura en situaciones de pobreza relativa o de desempleo que en aquellos años. Entonces no quedaba más remedio que emigrar si realmente no se querían pasar penurias familiares, incluso hambre».
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