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Escuela de niños en la II República
Las escuelas en La Zarza durante la II República (y III) - PEDRO ESPINOSA

Las escuelas en La Zarza durante la II República (y III) - PEDRO ESPINOSA

La maestra, doña Magdalena Delgado, se quejaba de que el corral de la casa donde se encontraba su escuela "estaba ocupado con ganado de cerda y aves, por lo que las niñas no lo podían utilizar para hacer sus necesidades"

PEDRO ESPINOSA

Lunes, 20 de agosto 2018, 13:17

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En 1934 el ambiente político en España era cada vez inestable. Alcalá-Zamora ocupaba la Presidencia de la República y al frente del gobierno estaba Alejandro Lerroux. La Zarza contaba con 4.360 habitantes y el alcalde era don Valentín Espinosa Barragán.

El curso escolar 34-35 arrancó con ocho escuelas (cuatro de niños y cuatro de niñas) graduadas, no unitarias, pero con las mismas deficiencias del anterior. Don Pedro Marín y doña Josefa Zapata manifestaron, en un escrito presentado ante el Consejo Local de Primera Enseñanza, no poder continuar las clases en sus respectivas escuelas, sitas en un edificio de la calle La Virgen, propiedad del Patronato de Nuestra Señora de las Nieves, "debido al mal estado de la bóveda y techumbre con amenaza de derrumbe", por lo que se procedió a su traslado, con carácter provisional, al edificio de don Rosendo Espinosa, sito en la calle El Barrial, nº 5, hasta tanto se construyera el nuevo edificio escolar.

En diciembre tomaron posesión tres nuevas maestras: doña Magdalena Delgado, doña Fermina Magán y doña Dolores Suárez, debiendo suspenderse las clases de estas dos últimas, junto con las de don Enrique Cabanillas debido al desplome de parte del edificio, "produciéndose el pánico consiguiente en la población escolar".

Con tal motivo, se instó al ayuntamiento para que, a la mayor brevedad, proporcionase locales para las tres escuelas que venían funcionando en la Ermita y que, por orden de la Inspección, habían sido clausuradas.

Para su sustitución, la Comisión de Fomento del Ayuntamiento propuso, a comienzos de 1935, "un salón en la parte alta de la casa de la calle Barrial, nº 3, propiedad del vecino de esta villa, don José Espinosa Muñoz; otro, en la parte baja de la casa de la calle Salsipuedes ,nº 4, que posee el vecino don Pedro Gordillo Monge , y otro en la parte baja de la casa de doña Ana Suárez de Figueroa, sita en la calle La Carrera".

Pero los problemas no cesaban. En febrero, la maestra doña Magdalena Delgado informó al Consejo de la situación del local de su escuela, cuyo corral estaba ocupado con ganado de cerda y aves, por lo que las escolares no podían utilizarlo para hacer sus necesidades ni se podía ventilar ya que la única ventana existente comunicaba con dicho corral, con los consiguientes perjuicios en la higiene y en la salud de las niñas. Por este motivo, la Inspectora de Primera Enseñanza de Badajoz rogó al alcalde que en el plazo máximo de ocho días desaparecieran del corral de la escuela de niñas los cerdos que en ella tenían los dueños de la casa, viéndose obligada, en caso contrario, a clausurar la escuela.

Transcurrido el período de vacaciones de primavera, la situación continuaba igual. Doña Magdalena comunicó nuevamente al Consejo Local que los cerdos seguían allí, "resultando imposible la estancia en el local debido a la falta de luz y ventilación y al aumento de los malos olores con las altas temperaturas de la época, a la cantidad de parásitos que dichos semovientes producían y al enorme ruido a que daban lugar, siendo necesario, a veces, interrumpirla labor escolar".

Mientras tanto, el Consejo Local autorizaba a don Luis Martín a dar clases particulares "siempre y cuando no fuera en horas de clase oficial y que tuvieran lugar con material y local independiente de la escuela", y don Faustino Morales se trasladaba, después de varios años impartiendo clases en el municipio, por permuta con don Eduardo Cerezo a Valdetorres recibiendo un merecido voto de gracias.

Pero a lo largo de este curso se produciría una noticia que marcaría el devenir de la escuela en La Zarza (entonces Zarza de Alange).

A primeros de noviembre de 1934 se aprobó el proyecto de construcción directa por el estado de un edificio escuela graduada con cuatro secciones para niños, cuatro para niñas y una para párvulos. El presupuesto ascendía a 235.587,92 pesetas, incluidos los honorarios del arquitecto, concediéndose, en principio, una subvención de 184.921,74 pesetas y correspondiendo 46.230 al Ayuntamiento. La mitad de esta última cantidad debía ser ingresada dentro de los 30 días siguientes a la aprobación del expediente y la otra mitad, en los 30 días posteriores a la adjudicación de la subasta.

Pero la situación económica de las arcas municipales no era muy boyante, sino más bien, todo lo contrario. Faltaba liquidez.

El Consistorio solicitó varias prórrogas porque había que formalizar un presupuesto extraordinario y concertar un préstamo de 47.500 pesetas. Para ello, ofrecía como garantía una lámina de propios (deuda pública) con un capital nominal de 106.918,21 pesetas, con cuyas rentas más el arbitrio municipal sobre bebidas espirituosas, alcohólicas y espumosas, se pagaría el canon anual de 5.957,57 pesetas a la Caja colaboradora del Instituto de Previsión de Cáceres.

Concedidas las prórrogas solicitadas, aprobado el presupuesto extraordinario y el acuerdo para solicitar el préstamo, la Caja exigía una certificación en la que constara que el Ayuntamiento cumplía puntualmente sus compromisos y que no había sido objeto, en los últimos cinco años, de retenciones ni intervenciones, documento que no se pudo acreditar. El panorama se complicaba.

Ante esta delicada situación, se solicitó a la Junta Nacional contra el Paro el envío de 43.230,43 pesetas para la realización de una obras que mitigaran el desempleo "agravado en el pueblo por la poca extensión de su término -6.000 hectáreas- y estar en su mayor parte en manos de hacendados forasteros". Pero la solicitud, favorablemente informada por la Inspección de Primera Enseñanza, el Gobernador Civil y el delegado de Trabajo, nunca recibió respuesta.

En noviembre de 1935 se dictó una disposición que anulaba las subvenciones a aquellos municipios entre ellos el de Zarza de Alange- que no efectuasen el ingreso de sus aportaciones en la Caja general de Depósitos. El pueblo se quedaba, así, sin el nuevo colegio.

Triste y fatal noticia, pues tendrían que pasar casi 30 años hasta la construcción de los nuevos edificios escolares (existentes en la actualidad).

Finalizó el curso con una manifestación de las madres de los niños de las escuelas clausuradas ante el domicilio del presidente del Consejo Escolar, don Juan Andrés Valor, para que se abrieran estas escuelas o se cerraran todas por entender las manifestantes que las otras tampoco reunían las condiciones debidas para su normal funcionamiento.

El curso siguiente comenzó con la existencia de tres grupos en las clases de adultos: iniciación, ampliación y adelantados, sin ningún alumno de enseñanza especial y un recordatorio al Consejo sobre su obligación de velar por la asistencia de los niños a las escuelas públicas, así como de organizar conferencias y actos de divulgación cultural a lo largo del curso.

Don Luis Martín, don Eduardo Cerezo y don Enrique Cabanillas dieron de baja a varios niños por faltar reiteradamente a clase y dedicarse a las faenas agrícolas, si bien, el Consejo decidió aplazar para otra sesión las respuestas a estas decisiones debido a lo agudizada que estaba la situación por la que atravesaban los hogares pobres. El Consejo determinó que en este tipo de situaciones se debían agotar todos los medios persuasivos para que los niños no faltaran a la escuela, ya que se consideraba que dar la baja en la escuela a un niño era cerrarle para siempre la probabilidad de instruirse.

La situación económica del Consistorio era cada vez más delicada. Los propietarios de los locales-escuelas alquilados reclamaban las consignaciones acordadas que no recibían desde hacía algunos meses y los maestros obraban igual respecto a las gratificaciones que les correspondían en concepto de casa-habitación.

Finalizaba, así, el curso 35-36- Días después estallaba la Guerra Civil.

Pedro Espinosa García

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